Revista Transcendencia Investigativa (RTI)
Vol. 3(2), 1-12, 2025
Acompañamiento docente en la formación de acciones conscientes y preventivas: Inclusión de
adolescentes con TDAH
Teacher support in the development of conscious and preventive actions: Inclusion of adolescents with ADHD
Judith Castillo-Acero
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La urgencia de esta transformación se hace evidente al analizar los datos actuales de América
Latina, donde a pesar de décadas de políticas de ajuste estructural y crecimiento económico,
persisten altos niveles de pobreza, desigualdad y exclusión social. Según el análisis de las
mediciones económicas desarrollado por Séruziers (2003), más de 200 millones de personas viven
en situación de pobreza en la región, mientras que el índice de Gini regional oscila entre 0,46 y 0,48,
ubicando a América Latina como una de las regiones más desiguales del mundo. Esta realidad
demanda una respuesta integral que articule lo económico con lo social y lo ambiental en el marco
de un Estado comprometido con el interés general. Solo mediante una planificación estratégica y
una gestión ética de los recursos será posible construir un modelo económico que respete la dignidad
humana, reduzca las desigualdades estructurales y asegure un futuro sostenible para las próximas
generaciones.
De ese modo; se tiene por objetivo de investigación analizar la economía en un desarrollo
humanizador y productivo en el marco del Estado.
Fundamentos del desarrollo humanizador
El desarrollo humanizador constituye un paradigma que emerge como respuesta crítica a los
modelos económicos tradicionales que han privilegiado el crecimiento cuantitativo por encima del
bienestar humano integral. Este enfoque encuentra sus raíces teóricas en la tradición del humanismo
cristiano y la doctrina social de la Iglesia, que proponen una visión de la economía centrada en la
persona humana como sujeto y fin del desarrollo (Pontificio Consejo Justicia y Paz, 2023).
La conceptualización del desarrollo humanizador trasciende las métricas convencionales del
progreso económico para incorporar dimensiones cualitativas que evalúan el impacto de las políticas
económicas en la dignidad humana, la cohesión social y la sostenibilidad ambiental. Este paradigma
se fundamenta en principios éticos que reconocen al ser humano como creado a imagen y
semejanza de Dios, dotado de una dignidad intrínseca que debe ser respetada y promovida en todas
las esferas de la actividad económica (Gutiérrez, 2022). Desde esta perspectiva, el trabajo no
constituye únicamente un factor de producción susceptible de ser optimizado según criterios de
eficiencia económica, sino que representa una forma de realización personal y contribución al bien
común. Esta concepción del trabajo implica el reconocimiento de derechos laborales fundamentales,
incluyendo el acceso a condiciones dignas de empleo, seguridad social y participación en los
beneficios del crecimiento económico.
La praxeología económica humanizadora
La praxeología, como disciplina que estudia la acción humana consciente y orientada hacia fines
específicos, requiere ser reformulada para incorporar criterios éticos que trasciendan el
individualismo metodológico característico de la escuela austriaca de economía. La nueva
praxeología propuesta integra principios de solidaridad, subsidiariedad y preferencia por los pobres
como elementos constitutivos de la racionalidad económica (Boff & Boff, 1986). Esta reformulación
implica reconocer que las decisiones económicas no pueden ser evaluadas únicamente según
criterios de eficiencia individual, sino que deben considerar su impacto en el tejido social, la
distribución de la riqueza y la sostenibilidad ambiental. La racionalidad económica humanizadora
incorpora así una dimensión ética que orienta la acción humana hacia la construcción del bien
común.
El rol del Estado en el desarrollo humanizador
El Estado adquiere en este paradigma una función que trasciende la mera regulación del mercado
para convertirse en promotor activo del desarrollo humano integral. Esta función requiere la
articulación de políticas macroeconómicas y microeconómicas orientadas hacia objetivos que
integren el crecimiento económico con la equidad social y la sostenibilidad ambiental (Herrera, 2012).
La intervención estatal en la economía se justifica no solo por las fallas del mercado, sino por la